De La Plata a Guinea: una experiencia de danza, música y encuentro entre culturas

Foto:  registro de "Mi bitácora de Viajes"

Diez bailarinas y su profesora emprendieron este año un viaje al país africano donde consolidaron sus vínculos, perfeccionaron técnicas y descubrieron una forma distinta de mirar y vivir el mundo.

Por Bárbara Dibene

Fotos: registro de “Mi bitácora de viajes

Ubicada a más de 8 mil kilómetros de Argentina, Guinea se convirtió en el país que alojó durante tres semanas a un grupo de bailarinas de danzas africanas. Camila Mainetti, su profesora, las incentivó para vivir la experiencia. “Es un viaje en el tiempo, es un viaje a otra dimensión. Guinea te atraviesa, te cachetea tanto como te abraza”, escribió en sus redes Gilda Selis, una de las alumnas, periodista de viajes y creadora de “Mi bitácora de viajes”, poco después de volver de la travesía. Ella y Griselda García, coordinadora de Stage Sankaran, el emprendimiento que organizó la experiencia, contaron a Transeúntes cómo fueron los preparativos, el día a día, y las semanas posteriores al regreso.

Griselda es profesora de danza africana e instructora de yoga, vive en Guinea hace tres años y en 2018 llevó adelante la primera experiencia de este tipo, donde las y los viajeros tuvieron la oportunidad de conocer una cultura diferente a través de la danza, la música y el canto, con un itinerario donde tienen cubiertos los traslados, alojamientos y comidas. Desde entonces, ha llevado adelante junto a su equipo cinco ediciones de la propuesta. Gilda participó de la última.

“Con el grupo de Gilda nos juntamos varias veces, dos en forma presencial porque justo estaba en Argentina”, recuerda Griselda. “Les aconsejamos estudiar un poco de francés para poder comunicarse, porque Guinea fue colonia francesa y mucha gente habla el idioma. Algo que sucede mucho es que te quieran contar, y vos escuchar, historias. Además, les recomendamos prepararse físicamente, con una buena alimentación y medicinas naturales para fortalecer el sistema inmune, y darse la vacuna contra la fiebre amarilla”. La organizadora también subraya que fue importante guiarlas en relación a la cultura local por la poca información que en Occidente tenemos de África. “Conversamos sobre el rol de la mujer, la vestimenta, los cuidados, los respetos, las formas, hay muchas cosas son muy distintas que está bueno saberlas de antemano”.

Foto:  registro de "Mi bitácora de Viajes"

Una vez en Guinea, instaladas, la rutina fue intensa para el grupo. Todos los días tenían clases de danza, pero también de percusión, siempre respetando los horarios de rezo ya que la gran mayoría de la población es musulmana. Al visitar aldeas, también tuvieron momentos de esparcimiento, como ir al río, y participaron de celebraciones y conciertos, y otros eventos que se presentaron de manera espontánea. 

“Una de las primeras noches fuimos a una especie de peña donde la gente baila sus ritmos tradicionales”, recuerda Gilda. ”Fue increíble ver como bailaba la gente, bailarines pero también gente común. Se hacen rondas y se improvisa en el centro con los que tocan los tambores. Y cuando gusta mucho como bailó la persona, se acostumbra a tirar plata o le pegan billetes en la frente a la persona que entró a bailar. Es una manera de felicitarlo, por la destreza que hizo. Y las mujeres, que usan pelucas, al final las revolean a la gente que está mirando. Es parte del folklore. Ahí ves todos los cuerpos bailando”.

El regreso y la reflexión

“Es un viaje que mueve muchas emociones”, asegura Griselda. “A veces puede ser un viaje incómodo porque hay muchas cosas que carecen de infraestructura y el encontrarse con otras realidades puede ser duro. Pero finalmente es una experiencia que nos permite ver que el mundo va más allá de lo que conocemos. Que la mirada del mundo no es una, que eso depende de cada cultura… es la enseñanza más grande”. Asimismo, está segura que con el tiempo la experiencia decanta e “impacta” en cada persona de manera distinta.

Foto:  registro de "Mi bitácora de Viajes"

Sobre ese regreso, Gilda cuenta que todo el grupo quedó desorientado. “Fue un viaje muy transformador porque ves otras realidades. Mucha pobreza y eso duele, es triste. Sentís todos los privilegios que tenemos. Como el privilegio de abrir una canilla  y que salga agua potable o que puedas comer más de una vez al día”. 

Por otro lado, reconoce una contradicción porque ellos “dan todo lo que tienen, son muy amables y viven muy felices con la música y el baile, que son parte de su vida cotidiana. Eso te hace ver que otro mundo es posible, que todo se resuelve en comunidad porque solo nadie sobrevive. Y también con la fuerza del cuerpo, a falta de herramientas. Cuando volvés, al ritmo de la productividad, y al individualismo, te choca mucho”. Y agrega: “Las fichas van decantando con el correr del tiempo”.

Para cerrar, Griselda deja la invitación a participar de la edición 2024, abierta a personas sean o no bailarinas/es o músicas/os. La organizadora sostiene que esta experiencia es una oportunidad para ampliar nuestra mirada del mundo y valorar lo que tenemos y, en el caso particular de las mujeres, nuestro rol en la sociedad. 

Pasaron por aquí y dejaron su firma...

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