Dos países, varias culturas y una persona que las une

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El camino empezó en Choele Choel y hace diez años que transita en Buenos Aires. Las ganas por conocer y el interés por realizar un proyecto comprometido, la llevaron a realizar el viaje de su vida. Ella es Florencia, una diseñadora fotográfica que supo retratar cada momento vivido.

Por Lucía Errecart

Fotos: Gentileza de la entrevistada

“Anhelar, esperar, priorizar, creer y no perder nunca mi propia fe”, esas fueron las primeras palabras de Florencia para comenzar el relato. La joven nació en el interior de la provincia de Río Negro, pero hace unos años decidió vivir en Buenos Aires para realizar sus estudios académicos y desarrollar su carrera profesional.

El viaje, que venía planeando desde hace tiempo, como cuando uno proyecta y se imagina lugares y situaciones en ciudades y/o países que quisiera conocer, se hizo realidad cuando en octubre del año pasado estaba a punto de iniciar el vuelo. Florencia jamás se imaginó estar tan cerca de algo que siempre quiso.

Llegó a Bombay después de 18 horas de viaje y la recibió una noche calurosa y un tanto oscura. Allí, del otro lado del planeta, se encontraba sola y sin saber el idioma, pero eso no fue un impedimento para conseguir lo que estaba buscando.

“Tuve tanto miedo que deseé por un instante volverme, pero luego pensé: ¿Cómo podría hacerlo si estaba a tan solo una hora del sueño de mi vida? Respiré y confié en Dios, que siempre me acompaña y me pone en el lugar indicado”.

A pesar de algunos obstáculos que se le presentaron en el camino, arribó a Nueva Delhi, una ciudad caótica, donde la melodía del ambiente está formada mayormente por las bocinas. “Cada cuadra tenía algo para contar, había muchos carros y animales, un mundo de gente que hacía de esa ciudad algo tan diferente pero increíble a la vez”.

Se alojó en un hotel en pleno centro de la ciudad y una vez instalada, preparó la cámara y juntas, salieron a captar cada momento que vivía; un rostro, una situación, un instante, una forma de contar a través de un objetivo lo que sucedía con el correr de las horas. Una cultura muy distinta a la que estaba acostumbrada a vivir y que la invitaba a recorrer cada rincón, haciéndose dueña de esa enorme ciudad que la rodeaba.

Este tipo de viajes, lleva a muchas personas de todo el mundo a encontrarse, y fue así que Florencia conoció a un grupo de chicas mexicanas y colombianas, con las que compartió alrededor de 20 días, intercambiando historias y experiencias, haciendo de ese recorrido algo inolvidable.

“Ellas me enseñaron a meditar todas las mañanas, me contaron las cosas positivas del ser vegetariano y sus historias en el transcurrir de su fraternidad. Con ellas pasé momentos de confesiones, de encuentros, de sabiduría, de rituales y de prácticas que me llevaban a lo más profundo de mí ser”. Recorrieron juntas Vrindavan, Agra, Rajasthan, Nepal, el Tíbet y cada lugar les dejó anécdotas imborrables.

El 17 de octubre del año pasado, Florencia tuvo uno de los días más lindos de su vida. Festejó sus 27 años en Nepal. “Es una ciudad increíble, desperté con una secuencia de nubes que intentaban interceptar a un cielo gris y de fondo tenía una vista privilegiada: el Himalaya me estaba dando la bienvenida”. Esta joven entusiasta y audaz nunca imaginó recibirlo de esa forma: en un punto determinado del mundo y tan lejos de su familia, pero a la vez rodeada de tanta gente que en sus rostros, un tanto extraños al principio, expresaban las más sinceras sonrisas que la acompañaron gran parte de sus días.

Como en el transcurso de todo viajante, hay momentos en los que se debe partir para continuar con el recorrido y eso implica despedirse de muchas cosas. El sur de India, a 37 horas de distancia en tren, la estaba esperando para asistir al casamiento hindú de la hermana de un amigo. Un evento que contaba con 1500 invitados y alrededor de seis horas de rituales, algo muy diferente a la cultura argentina y, sobre todo, una forma distinta de ver el amor.

“Luego de esa experiencia algo extraña para mi, viajé al desierto y allí compartí una semana en Púshkar. Caminé, exploré y, sin saber inglés, con el poder de las ganas, me hice de amigos y aprendí bastante”.

Florencia, al haber experimentado este viaje, se cree una afortunada de la vida y cada día está más convencida de que no hay obstáculos para nada ni nadie y que las convicciones hacen que uno llegue al lugar que busca. Una gran parte de esta aventura estuvo influenciada por el interés de dar a conocer el trabajo esclavo de la mujer india y ese producto estará reflejado en un libro que se presentará este año, con la información obtenida y estará ilustrado con las fotos que retrató en esos 45 días.

“Acá me encuentro, a cada hora, más enamorada de viajar, de conocer, de aprender y de poner nuestros ojos en los ojos de otros. ¡Viva la india, viva la vida!”

Pasaron por aquí y dejaron su firma...

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