A puro ritmo por la 40

ritmos

Por Bárbara Dibene
Imágenes: Álvaro Vildoza

El seminario curricular de “Crónicas Ruteras: La 40”, dictado en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP por Sonia Renison y María Isabel Peysse, volvió a sorprender con una propuesta atractiva para conocer más de la mítica ruta nacional. El jueves 23 de mayo se realizó una “clínica de sonidos” a cargo del baterista Cristian Judurcha y del percusionista Facundo Guevara, dos músicos innovadores en el género folklórico; juntos fueron haciendo un recorrido por varias regiones del país a partir de los ritmos que nos caracterizan.

Los alumnos se encontraron con los artistas sacando sus instrumentos de las fundas y ordenándolos sobre una alfombra en medio del salón mientras los nombraban: cajón peruano, djembe africano, tumbadora cubana, bombo legüero, quinto y batería, entre otros. Facundo Guevara remarcó que su disposición influye tanto en la afinación como en los “matices” que puedan conseguir, por lo que el tiempo de armado se extiende, en general, unos treinta minutos.

La clínica comenzó con una chacarera trunca, oriunda de Santiago del Estero, que sirvió como disparador para explicar los tiempos que definen los diferentes ritmos, tres cuartos y dos cuartos. Para hacerlo más didáctico, Judurcha y Guevara pidieron hacer palmas y contar en varias ocasiones, ya que de esa forma, aseguraron, uno aprende a escuchar. Luego hicieron una chacarera simple incluyendo la batería; según su criterio, es muy rico poder incluir elementos no tradicionales en el folklore y hacerlo así más llamativo para los jóvenes.

Continuaron con una zamba, propia del noroeste, cantando Luna Tucumana de Atahualpa Yupanqui, y con una variación, zamba carpera, de la región de Salta. Los músicos se detuvieron en la historia de este ritmo, derivado de la zamacueca de Perú, que nace de la fusión de música y baile de gitanos, esclavos y mestizos. Nuestra historia cultural y musical tiene mucha influencia africana, consecuencia de la venta de esclavos; las inmigraciones y el mestizaje propio de su convivencia con ritmos originarios; y los cánones que se van forjando a lo largo de los tiempos, tanto por las costumbres como, en los últimos años, las empresas discográficas.

Las cuecas norteña y cuyana también impulsaron un ahondamiento histórico de la música, ya que la segunda no admite ser tocada con percusión, y si bien la decisión puede ser estética o para diferenciarse de su hermana norteña, es innegable que también está atravesada por la cuestión de conservadurismos y preservación ortodoxa de sus características.

El ritmo riojano de la chaya, el bailecito de Jujuy y el malambo sureño y norteño fueron el cierre de la primera parte de la clínica. Una de las cuestiones planteadas por una alumna fue la poca difusión del folklore del sur, apreciación que tanto Guevara como Judurcha confirmaron ya que es a través del mercado donde se pugna por establecer qué es y qué no es folklore; y de lo cultural, ya que la música de sur está relacionada con lo mapuche y lo mapuche no se encuentra instalado en el mercado discográfico.

En el cierre, Facundo Guevara mostró diferentes instrumentos de percusión hechos con semillas de Brasil, África y la zona amazónica del Perú. La exposición nos remitió a la ruta 40 con sonidos acuosos, agudos y más graves; algunos recordaron al agua fluyendo, las aves, al viento y al movimiento de los árboles. Cabe destacar la sencillez de las explicaciones de los invitados, y por eso no menos técnicas; la atención de los alumnos, siempre preguntando al final de las rondas musicales; y la degustación de colaciones del norte que todos supieron disfrutar.

Sonidos de la 40

Pasaron por aquí y dejaron su firma...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.